Violines en el quirófano

Desde hace varios lustros está de moda interpretar las obras musicales del periodo llamado Barroco (más o menos entre 1600 y 1750) de acuerdo con el llamado ‘criterio historicista’, lo que significa –entre otras cosas- que se usan instrumentos originales, ya sean los conservados de la época o copias de ellos hechas hoy. Por supuesto, predomina aún la interpretación de esas mismas obras con instrumentos actuales.
Centrándonos en el violín, me parece oportuno hacer un recuento de las modificaciones estructurales, una especie de cirugía estética a la que fueron sometidos los ejemplares salidos de los talleres de los grandes constructores de los siglos XVI al XVIII, de los que citaremos sólo a cinco: Andrea Amati (1511- c 1580), Jacob Stainer (1617-1683), Antonio Stradivari (1644 – 1737), Mathias Klotz (1653-1743) y Guarneri ‘del Jesu’ (1698-1744). De todos ellos se conservan bastantes ejemplares hoy; por ejemplo, de Stradivari hay catalogados unos 400.



Pero esos intrumentos ¿son exáctamente los mismos que construyeron sus autores?. Vamos a verlo. A mediados del siglo XVIII, justo acabando el periodo barroco, se percibe una exigencia de mejoramiento del sonido del instrumento, exigencia que llega a una irresistible intensidad por parte de los tres protagonistas de la música: los compositores, que ya habían compuesto conciertos y sonatas con violín solista (como Vivaldi y J.S. Bach); los intérpretes, que estaban notando la necesidad de nuevas sonoridades para esas nuevas obras (como Giuseppe Tartini y otros); y los oyentes, que querían escuchar más y mejor las nuevas obras. Todo ello propició la fabricación de instrumentos de sonido más potente y brillante por parte de los constructores desde aproximadamente 1750 en adelante, llegando a su máxima perfección en los cambios sucesivamente añadidos con el francés J. B. Vuillaume (1798-1875), quien a mediados del XIX dejó fijados los nuevos parámetros de construcción, los que siguen vigentes hoy.





Pero con todas estas innovaciones y exigencias, los instrumentos de los antiguos maestros quedaron casi en desuso, pues no satisfacían ni a los músicos ni al público. Mas ellos eran muy buenos instrumentos y querían competir con los modernos. Así que alguien tuvo la idea de modificar su forma para servir a las obras nuevas sin perder su añeja calidad, de manera que, antes o después, casi todos pasarían por el quirófano, en el que sufrirían una modificación a fondo de su estructura externa e interna. Modificación que supuso una auténtica cirugía del instrumento para añadirle unos órganos y aumentar el tamaño de otros con el fin de proporcionarle un sonido más brillante y atractivo, más sensual y voluptuoso. Como se puede notar, el espíritu de la cirugía estética de nuestros días -incluído el ánimo de asombrar y atraer- ya planeaba por las conciencias de hace 250 años.

A finales del siglo XVIII, los violines de Stradivari y sus contemporáneos fueron sometidos a una -o a la mayoría- de las siguientes operaciones quirúrgicas:
1. Cambio de la barra armónica por otra más larga, alta y gruesa. Ello le proporciona unos sonidos graves más sonoros y potentes, además de que refuerza la tapa del violín, la que soporta el puente y la tensión de las cuerdas, que ahora será mayor.
2. Alargamiento del diapasón, con lo que el intérprete puede ahora sacarle a su instrumento notas más agudas.
3. Aumento de altura y de curvatura del puente. Al aumentar la altura obliga a una mayor tensión en las cuerdas y al aumentar la curvatura va a acentuar para siempre el papel melódico del violín en detrimento de sus, hasta ahora, posibilidades polifónicas. Para decirlo con un ejemplo clásico: la chacona de la Partita Nº2 para violín solo de JSBach será, desde ahora, más exigente con el intérprete.
4. El más crucial y determinante cambio: Alargamiento, nueva angulación y recontorneado del mástil y -más frecuentemente- un recambio total del mástil, el cual, por un extremo se encastraba al cuerpo del violín y por el otro se le engarzaba la cabeza original con el clavijero completo, el cual, al menos, se ha conservado. Es fácil concluir que las cuerdas deberán ser más largas, acentuándose la tensión de las mismas. Con el tiempo, las cuerdas –que en principio se fabricaban de tripa de animal- se hacen de metal. Esta cuarta operación tiene también importancia en otros aspectos de la construcción del violín, pues altera algunas de las dimensiones que obedecían a ciertos cánones dentro de la proporción áurea, por lo que quedan ocultos algunos de los planes geométricos en el diseño original.
Naturalmente, este cambio da lugar también a una alteración en sonido producido por el violín, precisamente la que se buscaba: mayor potencia, sonoridad y brillantez, tanto en el registro grave como en el agudo; aumento de su gama o ámbito sonoro al poderse llegar a notas más agudas, así como un notable aumento de las posibilidades de virtuosismo en la interpretación, posibilidades todas que no tardaron en ser utilizadas por compositores e intérpretes.

A todo esto contribuyó, además, la introducción de nuevos artilugios: la almohadilla para apoyarlo en el hombro, la barbada para apoyarlo en el mentón, los tensores, para afinar las cuerdas al máximo , etc. Y también algo no menos importante que todo lo anterior: las modificaciones del arco, entre las que destacan dos debidas al francés François Tourte (1747-1835); por un lado, de tener la curva de la varilla cóncava hacia las cerdas (como los arcos para flechas, de donde les viene el nombre) pasó a tenerla convexa; y por otro, la incorporación de un mecanismo de tornillo sin fin para tensar las cerdas.
Con todo ello quedó conformado definitivamente el violín actual.(FSE- 2005)

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